domingo, 22 de diciembre de 2013

«Le conocí un día cualquiera y el último mes del año me hizo muy feliz»

Hoy me han preguntado por qué llevo todo el día sonriendo. Es curioso, ni yo misma me doy cuenta. Resulta que desprendo felicidad sin saberlo. "Te olvidas de que eres feliz cuando eres feliz." Y no le puedo dar más razón a cada palabra, a cada letra y a cada contorno de éstas. Recuerdo cuando vivía de «ojalás» y de extrañas rarezas juntas que, unidas, formaban un caos casi incomprensible. Vivía esperando a que alguien tocara la puerta de mi habitación y me dijera «estoy aquí, sonríe» hasta que el café de las tardes se me enfriaba y entonces vuelta a empezar. No quiero vivir de expectativas, ya sabes el daño que pueden llegar a hacer; pero qué bonito es ver tus labios por la mañana y no desear que el desayuno sea otro, ni que me sonrían otros ojos que no sean los tuyos. Podría compararte con el invierno, con las mandarinas, con esos minutos de placer en la ducha un domingo por la noche; siempre con el agua caliente. O con rozar las manos frías por la taza de té recién hecho. En definitiva; eres increíble. Conseguiste que vuelva a creer un poquito más en mí, desbordaste los esquemas endebles que no me paraban de incordiar. Hiciste que cada mañana de los lunes no sea tan pesada, y que cada sábado por la tarde llevara tu nombre y tu apellido.

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